
Estación censuradores, a la que llegan (empujando) los que quieren quemar al que se haya ido de la lengua con un error o una exageración o, peor, con una intimidad; los que siguen una ideología como un catecismo y lo que no esté ahí ya es presencia del diablo, los que pregonan que todo debe dar plata y reclaman reinversiones pero ellos pero ellos sostienen sus paradigmas, los que miran con ojos llorosos a que uno se está saliendo del camino y dicen que están rezando, los que que se meten en vidas ajenas y esculcan hasta la marca de los jabones, los que hablan de la guerra con cara de estar aplastado como cucarachas al bando que no les gusta. Y siguen los confrontados que responden a contradiciéndose y mencionado teorías de la conspiración, los que se envilecen con sus contradictores y ejercen una mezquindad de asco, en fin, la fila crece más cada día y hay que andarse con cuidado, así como la tira cómica esa donde un coyote delirante persigue a un correcaminos que lo burla.
Debería existir un manual de cómo evitar gente aburrida y tóxica que ( ya es bastante, por cierto) que no admite conversaciones de café, de esas agradables y chistosas, sino que usa el habla para encontrar en su interlocutor cosas que no confiesa, palabras que tiene en la boca y se priva de decirlas, ideas que no serían las correctas, ejemplos peligrosos leídos en libros o negaciones a convertirse, pues es tóxico es predicador de verdades absolutas y su tarea es vencer al pecador. Gente aburrida que maneja eslóganes como argumentos, odios como acciones y demonios iguales a los de Isaac Bashevis Singer, que tienen por encargo romper relaciones, crear enemigos y generar discusiones absurdas. O lo peor, hacer que el aburrido – tóxico tome cualquier demostración en calidad de insulto.
Nos estamos llenando de gente aburrida (quizá producto del exceso de información mentirosa en redes), sin sentido del humor ni capaces de querer a nadie, con palabras destinadas solo a la política emocional y rabiosa, las amenazas si no hay inclusión de género, la humanización de gatos y perros, el egoísmo – narcisismo creciente y un ejercicio del síndrome de Adán en el que cualquier citación de un hecho histórico o científico es un jab de izquierda en el hígado. Y esta gente aburrida, como Boggie el aceitoso, el personaje de Roberto Fontanarrosa, busca que estemos mal y seamos cómplices de sus alucinaciones, lo que es muy contagiosos en estas tierras tan calientes y lluviosas.
Acotación: Ser una persona aburrida es fácil. Basta rodearse de envidiosos y mezquinos (Freud decía que la depresión nace de estar entre deprimidos), lo que produce un ambiente tóxico en el que no se construye, sino que se destruye, no se ve diferente ni se aprende de él. Y una idea son resultados, no deseos.
José Guillermo Ángel R… El Colombiano..julio 2023