Por los que me cerraron las puertas laborales en las narices únicamente por tener las uñas rojas y el pelo demasiado largo y demasiado rubio. Por los que no me escucharon con atención por andar mirándome el escote. Por los que órdenes, no en función de su conocimiento, sino de su género. Por el idiota que no me contrató porque, según él las mujeres a los treinta se antojan ser mamás y pierden interés y capacidad de trabajo. Por las parejas que salieron corriendo cuando les aseguré que no quería casarme ni tener hijos ni echar raíces en ninguna parte. Por los que se asoman a la cocina al medio día a preguntar si el almuerzo está listo. Por los jefes que me asignaron tareas fáciles y jamás se tomaron el trabajo de comprobar si era capaz de hacer las difíciles. Por los profesores que me regañaron por reírme tan tan duro y sentarme con las piernas abiertas. Por los que leen autoras ni novelas autobiográficas ni poemas porque que pereza el sentimentalismo. Por los que se rieron de mi cuando anuncié que iba a renunciar a todo por ponerme a escribir. A ellos les dedico mis tres novelas
Marzo no debería ser un mes para celebrar a las mujeres, sino para recordar todas las injusticias que atravesaron nuestras madres, nuestras abuelas y las abuelas de nuestras abuelas. Ellas fueron las que empezaron a acumular las insatisfacciones de una igualdad de género que nos excluyó desde su planteamiento. Sus luchas constituyen hoy nuestras conquistas. Sinceramente no sé por qué las mujeres no hemos sacudido los cimientos de una civilización construida sin contar con nuestras necesidades y deseos, por qué nos hemos demorado tanto en tumbarla. Las mujeres no hemos incendiado el mundo porque no nos ha dado la gana. Perdimos mucho tiempo intentando ser bonitas porque lograron convencernos que era lo único que importaba. Eso nos hizo dependientes, no solo de estándares de belleza muy específicos, sino de hombres que los validarán. Cometimos un error inmenso al permitir que nuestra valía fuera medida por alguien deferente a nosotras mismas.
Regalar rosas y chocolates en el mes de la mujer es una salida muy fácil, señores. ¿Quieren hacer algo que, de verdad, que genere impacto? No opinen sobre nuestro aspecto físico. Háganse responsables de su pareja y de sus hijos. No interfieran en nuestras libertades sexuales. No salgan corriendo cuando las cosas se pongan difíciles. Dejen el vicio de explicarnos cómo hacer las cosas. No nos traten como si fuéramos niñas. Aprendan a cocinar y a lavar los platos. entiendan que amar es diferente de poseer. Háganse la vasectomía. No nos violen. No nos maltraten. No nos callen. Si analizan bien, no estamos pidiendo nada, absolutamente nada, a lo que no tengamos derecho.
No vamos a permitir que quienes nos ignoran y pisotean todo el año aprovechen este mes para hacer borrón y cuenta nueva y después sigan actuando de la misma forma. No queremos que se nos visualice sólo el mes de marzo porque nosotras existimos todos los días el año, así no quieran vernos.
Sara Jaramillo Klinkert… El Colombiano, marzo 2023