Entrando a la piscina, sentí el agua en mi cuerpo; me sumergí e inmediatamente noté la incomodidad que sentía en el silencio a esa hora. Mis oídos me pedían música, palabras, sonidos y fue en ese momento, mientras lo único que lograba escuchar era el sonido del agua y los latidos de mi corazón, que empecé a reflexionar sobre el poder que ejerce en nosotros el silencio.
Llegando a los primeros 1.000 metros, recordé el valor que otorgaban los estoicos al silencio; le daban un lugar especial en sus prácticas, para ellos el silencio era sinónimo de sabiduría, respeto y humildad. Explicaban que la sabiduría en el silencio venía de las enseñanzas que elegimos tener cuando escuchamos los unos a los otros de manera atenta cuando nos permitimos tener lo que hoy llamamos escucha activa y no estamos buscando lo que vamos a decir sin que termine de hablar la otra persona; ese autocontrol que nos aleja de tentación de contestar desde la emoción antes de reflexionar sobre lo escuchado y evitar así una discusión innecesaria. El silencio para los estoicos es una herramienta que nos permite pensar con claridad y tomar decisones sabias.
2.000 metros, mis reflexiones sobre el silencio iban más allá del autocontrol que yo ejerzo sobre mi ruido y pensaba en el impacto que el mismo tiene sobre nuestros cuerpos. Diferentes estudios indican que el ruido puede afectar la memoria, la concentración, el aprendizaje y la capacidad de tomar decisiones. Los niños expuestos a ruidos altos tienen una mayor probabilidad de tener problemas de comportamiento y de aprendizaje: En este mismo sentido, la Organización Mundial de la Salud ha indicado que las personas expuestas a contaminación acústica a largo plazo tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, trastornos del sueño y trastornos de ansiedad.
3.000 metros recordé a Friedrich Nietzche: «El camino a todas las cosas grandes pasa por el silencio» y me cuestioné sobre lo difícil que es cuidar de nuestra salud y lograr grandes cosas en un mundo en donde la hiperconexión, los beeps, la música y la constante necesidad de estar presentes en todas partes al mismo tiempo nos lleva a que el silencio sea casi imposible. En ese momento recordé una entrevista que le hicieron a Gordon Hempton en donde explicaba que el silencio que debemos buscar no es la ausencia de sonido sino el silenciamiento de la contaminación acústica provocada por el desarrollo del ser humano.
Catalina Rengifo Botero…. El Colombiano… mayo 2023