Vivimos un momento de cambio que genera inestabilidad en las instituciones, temor en muchas personas y una sensación general de falta de perspectivas y de esperanza para el futuro. A la raíz de todo lo que vivimos está el individualismo que lleva a que cada uno se ocupe de lo suyo y aproveche a cualquier precio las ventajas que representan, el cansancio moral ante un exceso de normas que aridecen las relaciones y que finalmente se trasgreden, la pérdida de principios y convicciones, la innovación tecnológica que liquida tantas expresiones de vida y nos sitúa en lo exterior.
Este deterioro antropológico que se va presentando, se expresa también en un equilibrio creciente entre derechos y deberes, en la inflación de las minorías con detrimento de las mayorías, en un déficit educativo fruto de promover la libertad sin enseñar a conducirla, en la tiranía del yo que no logra integrarse armoniosamente en la riqueza de la comunidad.
No podemos ignorar la realidad que vivimos; es nuestro mundo, el que hemos construido y en el que estamos realizando nuestra aventura vital. Es preciso que lo conozcamos y que aprendemos ubicarnos en él.
A esta realidad debemos acercarnos con responsabilidad y con confianza, no obstante los peligros y sufrimientos que vemos se pueden presentar en el porvenir. Confiamos, ante todo, en la providencia divina que guía la historia y también en nuestra capacidad de corregir los errores del pasado, de construir el hoy y de proyectar el mañana, a partir de valores fundamentales como la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad. En realidad, la luz y la fuerza para asumir el presente y para orientar nuestro destino las encontramos en el pensamiento cristiano, verdadero tesoro para todos los pueblos.
En momentos de crisis y de incertidumbre histórica, el Evangelio nos da inspiración para la vida cotidiana y para el trabajo con las realidades del mundo. Los cristianos no podemos huir del mundo; al contrario, debemos implicarnos en su evolución; pero el compromiso con la política, la economía y las dinámicas sociales debe trascender toda forma de ideología.
Es preciso partir de una visión integral de la persona humana, de su dignidad y de su destino. Es necesario renovar una relación personal con Dios, que es amor; relación que va más allá de aceptar una doctrina o planteamiento ético.
Combatimos la pobreza porque reconocemos la dignidad de todo ser humano, creado a imagen de Dios y destinado a la vida eterna; luchamos por una equitativa distribución de las riquezas porque somos administradores de la creación y debemos cuidad de los más débiles y vulnerables; vemos la urgencia de promover la paz y la justicia movidos por el amor que enseñó Jesús y que lleva a olvidarse de sí mismo; trabajamos porque la economía, la política y la construcción social estén subordinadas a fines y valores trascendentales, pues no pueden quedar a merced de la mano invisible del egoísmo individual y colectivo.
En una época de la historia, como la que vivimos actualmente, los cristianos con nuestra vida, nuestra palabra y nuestra acción debemos construir seriamente a orientar la sociedad en sus diversas dimensiones: política, económica, cultural, ética, ecológica, espiritual. Debemos mostrar, en definitiva, cómo el ser humano encuentra su plenitud en Dios, quien es el único que puede satisfacer sus anhelos y, cómo desde Él, debemos utilizar los bienes de la tierra y estar dispuestos en orden a construir una vida más justa y humana.
Esta visión debe llevarnos a defender causas muy concretas: la dignidad de toda persona humana, el trabajo digno, el mercado como intercambio de bienes y servicios, el cuidado de los recursos de la creación, la eliminación de toda forma de corrupción, la libertad y la participación democrática del pueblo. Y todo comienza cuando cada uno de nosotros cambia su indiferencia frente al bien común, reaviva las raíces cristianas de su comportamiento y cultiva la dimensión espiritual de su ser, la única capaz de responder a la necesidad de sentido y de felicidad.
Monseñor. Ricardo Tobón Restrepo… Arzobispo de Medellín… Misión..agosto 2022