El psicólogo social Adam Grant sostiene que un objetivo ambicioso eleva nuestras probabilidades de éxito, pero al mismo tiempo multiplica la posibilidad de sentirnos fracasados. Y por eso sugiere fijar dos metas: una aspiracional y otra aceptable. Si bien la intención siempre será lograr la aspiracional, el hecho de alcanzar la aceptable nos libera de la sensación de fracaso. Este planteamiento para algunas personas resultará controversial, pues hay quienes defienden que solo el hecho de considerar un plan B es aceptar por anticipado la posibilidad de fracasar.
Los seres humanos por naturaleza gustamos de los retos, algunos surgidos desde motivaciones genuinamente personales, y otros que son producto apenas de la envidia, como sugiere el famoso inversionista Charlie Munger para quien ella tiene más poder movilizador del mundo que la misma codicia. Por las motivaciones que nos asistan en un momento determinado, y en un escenario en el que tenemos las necesidades básicas atendidas, siempre será engancharnos con desafíos y oportunidades que plantea este mundo competitivo respecto a las cuales el objetivo aspiracional se vuelve básicamente irrenunciable.
Ese entorno altamente competitivo en múltiples dimensiones ha generado la que Silvia Bellezza, profesora de la escuela de negocios de Columbia, denomina una cultura de la ocupación, en la cual estar altamente atareados es visto como una condición necesaria para ser exitosos o un rasgo propio de quienes alcanzaron el éxito. Para algunas personas el estar bajo una alta presión de tiempo, sea real o ficticia, es motivo de alarde en tanto consideran que para sus observadores es un estado digno de admiración. Entre los practicantes o víctimas de esa cultura, a la persona ocupada se le asimila con importante, competitiva y comprometida con sus causas.
Personas que evalúan a los demás, u se juzgan a si mismas, desde ese paradigma de la ocupación extrema como virtud, tienden a sentir culpa en los momentos de ocio obligado o voluntario, y antes que buscarlas evita las pausas, quizás porque no entienden que son propias de las estrategas y pueden ser altamente productivas. ¿Una pausa para qué? Esto dicen voces expertas para que navegue mejor estos días en caso de que sea una de ellas.
Las pausas nos permiten romper la inercia, reencontrarnos con nosotros mismos, alinear valores y estrategia personal, observar lo que hemos logrado y lo pendiente, prepararnos física y mentalmente, soltar para cerrar capítulos, reestablecer relaciones y refrescar prioridades enfocadas en la versión actualizada de la visión que nos mueve, entre muchas otras posibilidades.
Carlos Téllez… Portafolio…. diciembre 2022