Estación Estrechez a la que llegan los que administran la ciudad y la vuelven una bolsa en la que cabe de todo, sin que les importe que estén habitadas en desorden y a punto de reventar. Y con esos que administran (que creen que la ciudad son sus oficinas y la rentabilidad los impuestos crecientes) aparecen vías rellenas como chorizos por la cantidad de vehículos de dos, cuatro y más llantas, que por el peso y la vibración de los motores afectan el piso (en pascales se miden estos daños) y las fundaciones de los edificios vecinos a las calles, generando además contaminación móvil y una buena cantidad de accidentes. Y al lado del pandemónium vial, se ven las verticalizaciones exacerbadas con sus estructuras de acero, vidrio y cemento cercenando el paisaje y creando caos de convivencia (ruido vecinal, soledad de confinamiento), además de incrementos en la temperatura y desorden en el control de las basuras. Y bueno, toda estrechez es caliente y promiscua.
Se entiende que las administraciones viven de los impuestos, pero a falta de fábricas que generen empleo masivo y con éste consumos regulares para un IVA equilibrado, comercios organizados que regularicen los precios y la existencia de normas que libran a muchos de pagar lo debido (iglesias nuevas, instituciones raras sin ánimo de lucro, aranceles que no son claros), la carga impositiva debe logarse con otros medios como la circulación desmesurada de vehículos (todos pagando Soat, impuestos de semaforización y movilización, a más de los provenientes del consumo de combustibles, llantas, aceites etc.), y la verticalización que multiplica, en el mismo punto donde antes había una casa, el consumo de energía, agua y pago de predial.
Y si a lo anterior se le suman los sitios productores de ruido y consumo de licor, bueno, de ahí llega buena parte de los impuestos que necesita la ciudad para ejecutar, pagar a las instituciones (policía, salud, educación, justicia etc.) y pensar en mejoras sociales, si los intereses políticos y particulares dejan.
Las ciudades extremas, productoras de altas dosis de contaminación (humos varios y ruido) y desorden social, tienden a quebrarse y a ser centros de corrupción debido a las gentrificaciones (encarecimientos de sitios) que crean para lograr impuestos más altos, al uso de recursos sin control para colectivos que viven de los subsidios del Estado y a la acromegalia en puestos públicos, lo que incluye nepotismo, cuotas políticas y lo que David Graber llamo Trabajos de mierda (leer el libro), es decir gente que devenga un salario sin saber que hace. Y si a esto le añadimos funcionarios de formación teórica, pero sin práctica, tomando decisiones…
Acotación: Los Ángeles, la ciudad de los impuestos más caros en USA es una urbe extrema. Se salió de los límites y esta reventada. Y por ese camino vamos nosotros. Claro que un teórico diría que no, mostrando su título.
José Guillermo Ángel R…. El Colombiano. agosto 2023