Estación Desorden, a la que llegan calores diversos, los unos geopolíticos, los otros políticos y los más ambientales. Los primeros anclados en guerras que no se detienen en víctimas y desertores, bombas que no paran de caer y diplomacias que se burlan, pues el asunto no es parar sino dañar todo lo que se pueda, incluyendo a las tierras en las que caen drones y misiles, que esos también dañan los suelos debido a las explosiones. Los segundos, los de las políticas financieras indebidas, las oposiciones que ya cunden en amenazas, el asunto de los inmigrantes, las relaciones internacionales furiosas y las estancias delirantes en el poder, no paran de hervir y más que gobernar lo que se ve es la cría de incertidumbres, palabrería vana en las redes y la más variada fauna de tipos de delincuencia, pues antes que leyes lo que hay es permisiones. Ya la tercera, la del ambiente, aporreado como nunca por la codicia y la explotación acelerada de recursos, se nota cada día en calores intensos, falta de agua y desaparición de los hábitats. Y bueno, todo esto redunda en problemas mentales.
Esta época, la de hoy, en la que vivimos a trompicones mientras hablamos de neurociencias, inteligencia artificial y rob´ticas avanzadas, tiene como características la desazón, la desconfianza y una globalización fragmentada que altera las economías, pues con esto de las sanciones de un lado y del otro se promueve el desorden de importaciones y exportaciones, la funcionalidad de las divisas, el movimiento de mercancías y, debido al caos en la obtención de materias primas, las formas de producción. Añadiendo a esto la informalidad en los negocios, el desempleo y lo que Roberto Rossellini bien mostró en su película Alemania año cero, o Astor Piazzolla en su tango Buenos Aires hora cero. Coincidiendo los dos en el cero como un volver a empezar.
Que estamos recalentados, es cosa cierta. Y como bien sabían los alquimistas, cuando la retorta se recalienta o los hervores ya envenena, se produce la escoria (Opus Nigrum), que significa vivir la disolución y la transformación de las formas. Y bien parece que a esto apuntamos ahora, a que el huevo filosofal sea el de la serpiente, a que la tierra, que es lo único que tenemos, se haya convertido un planeta donde vivir se ha vuelto difícil y a que las nuevas políticas para el bien vivir produzcan distopías, que comienzan con la información, siguen con la censura y terminan no se sabe dónde. Y ahí vamo, con una banderita en la mano, reclamando delirios en lugar de cumplir deberes.
Acotación: los calentamientos globales son muchos y se dan en diversos ambientes que confluyen todos en la política, que sería el cuidar del otro y lo otro, cosa que ya no se da. Y en esto estamos, en un mundanal ruido cada vez más caliente.
José Guillermo Ángel… El Colombiano….agosto 2024