
Espermatozoide era un pequeño que vivía en el país Testículo, del planeta Hombre. Espermat, como le decían sus amigos con cariño nunca fue el mejor en la escuela. No aprendió a sumar ni a restar. Además, odiaba los números. En lo que nadie le ganaba era en la clase de educación física; movía su larga cola como nadie. Así lograba alcanzar altas velocidades. Su cabeza era fuerte y dura. Por eso siempre era el mejor en los juegos de lucha.
Por ese tiempo, llegó el rumor de que en la ciudad Ovario, del planeta Mujer, vivía una hermosa chica llamada Óvulo. Era tanta la belleza de aquella joven, que la tenían siempre en una cápsula muy segura para que sólo el más fuerte pudiera tenerla. En la ciudad Testículo todos estaban obsesionados con aquella chica, pero nadie como Espermat que había logrado conseguirse una foto de ella. Guiado por su amor y con una gran ilusión en su corazón, Espermat llevó a cabo muchas averiguaciones: se enteró de que trasladarían a Óvulo a un lugar donde nadie podía alcanzarla. Sabía que irían por el camino de las trompas de Falopio. Era allí donde Espermat esperaba alcanzarla. Para poder ir al planeta Mujer debería esperar a que hubiera un eclipse de amor, momento en el cual se unía el planeta Hombre con el planeta Mujer.
Durante ese tiempo Espermat entrenó muy duro, recorría el planeta Hombre en un tiempo increíble. Tenía que practicar y ganar mucha velocidad, ya que según comentarios para poder ir al planeta Mujer había que ser un as en la velocidad. Espermat estaba muy emocionado, no había alguien tan feliz como él. Nunca se había visto tan dedicado en lo que hacia.
Espermat esperó mucho tiempo, hasta que al fin llegó el gran día. Ocurrió el eclipse de amor y Espermat se despidió de sus padres, empacó maletas y se introdujo en el planeta Mujer, dispuesto a llegar a su meta. Pero él no iba solo, cientos de sus amigos lo acompañaban. El camino era duro y largo. Muchos de los que habían salido del planeta Hombre murieron, pero Espermat seguía luchando, aunque sentía que ya no podía más.
Uno de sus amigos venía haciéndole competencia, pero Espermat no se iba a dejar vencer. Había esperado mucho tiempo y no iba a permitir que sus sueños se fueran por la borda. Espermat nadaba como loco, pero su amigo seguía tras él. Espermat sentía que a veces se quedaba atrás, pero se vencía, continuaba con la cabeza siempre en alto. El otro espermatozoide continuaba haciéndole la vida imposible, gritándole que se diera por vencido, que él era un perdedor, que nunca iba a lograrlo, que él no tenía las agallas para ganar. Justo en ese momento, apareció Óvulo, con su enorme cápsula que era más fuerte de lo que ellos pensaban. Pero Espermat no se daría por vencido. Tomó impulso, preparó su cabeza y arrancó en dirección de su amada Óvulo. Movió la cola como jamás lo había hecho, hasta que al fin hizo contacto rompiendo la cápsula.
En el impacto perdió su cola, pero no le importaba, ya estaba con su amada Óvulo. Estando cerca, Espermat pudo darse cuenta de lo hermosa que era Óvulo. Supo que todo lo que había hecho y todo lo que había trabajado no sería en vano. Sentía que él era el espermatozoide más feliz del universo. Había conseguido lo que quería. Ya nada podía separarlo de Óvulo, ella era lo que más amaba.
Era tanto el amor entre los dos, que el destino los premió al convertirlos en el planeta Bebé.
Paola Andrea Pérez R… Grado 11, colegio El Pinar
Nota: El cuento ganó el primer premio en el concurso lecto-escritura realizado entre estudiantes de colegios bilingües de Cali. Y fue publicado en El Colombianito.