
Lo que muchos juzgan como un desatino del cantante que a sus sesentaicinco de edad celebra treinta años de una trayectoria artística colmada de brillo no es más que música. «Vivo por ella y nadie más puede vivir dentro de mí», canta una vez más Andrea Bocelli, el músico italiano que a falta de ojos para ver, tiene oído de sobra para escuchar, y una inteligencia que, allende el género musical que él representa, le permitió grabar junto a la colombiana Karol G —máxima exponente mundial del tan criticado reguetón— una nueva versión de Vivo por ella, canción que hace casi treinta años fue un éxito global de inolvidable belleza. Apenas fue subido a YouTube el video que supera los diez millones de visualizaciones, se desató el aguacero de críticas.
En este planeta se han establecido ya demasiadas fronteras como para que nos pongamos ahora en el papel de inquisidores musicales. ¿Qué dicen los santos y jueces sabios? Que la voz de Karol G tiene autotune o cualquier otra tecnología que la modifica para darle más potencia o disimular su presunta desafinación…. Qué la de Andrea Bocelli, arropada el sofisticado manto de la ópera y la lírica – sin ser propiamente un músico clásico, – es muy superior a la de la colombiana como para que comparta escenario con ella….Que la artista paisa no le llega ni a los talones a Marta Sánchez, la cantante española con quien Bocelli grabó a mediados de los noventa Vivo per lei, la canción de la que hoy estamos hablando gracias a la controvertida interpretación de Karol G.
Una manifestación de la forma en que se entiende el mundo. Eso ha sido la música desde los inicios más remotos. La música, en la voz de Aristóteles, nace de una necesidad connatural del ser humano de imitar la naturaleza. De ella venimos y hacia ella vamos. Imitamos el viento, el eco, los múltiples sonidos que producen las aves, entre tantas otras especies que nos rodean. En la música no tiene por qué haber burocracia. La música es libre. Si no, carecerían de valor alguno las canciones de cuna que, desde su ignorancia polifónica o melódica, madres y padres componen para sus bebés en esa libertad únicamente guiada por el amor.
El pecado de Bocelli, el tenor lírico que ha colaborado en múltiples ocasiones con artistas de diversas latitudes, no puede ser apoyarse ahora en una voz joven con la que vibra gente aún más joven. El pecado de Bocelli, quien como artista no tiene por qué estar limitado para cantar con quien se le antoje, no es haber grabado con Karol G. El pecado de Bocelli es haber decepcionado a tantos «eruditos» de la música y el arte que, seguramente, no entiende nada de lo uno ni de lo otro.
Catalina Rojano…Opinión…El Heraldo (Barranquilla)….septiembre 2024