Es casi un lugar común que un emprendedor o administrador de empresas «se la meta toda» en cualquier proyecto que arranque. Es uno de nuestros lugares comunes preferidos, pero válido: «le metí hasta el alma a esta compañía». Y no hay duda para sacar un negocio adelante, especialmente desde los ceros que hoy se denominan Green field no hay forma de que se haga sin ese tipo de esfuerzos. Nada es gratis, nada es regalado, excepto para los corruptos.
Y una empresa es como sabemos todos, primero tiene que estabilizarse en lo económico para emprender nuevas iniciativas o por lo menos es lo que aprendimos los de la vieja escuela.
Pero «el Alma» y la pongo en mayúscula que se refiere el título de esta nota es un desdoblamiento de esa alma empresarial siempre traída a la conversación. El esfuerzo enorme se transforma en un esfuerzo de entregarnos ya no solo a los resultados financieros sino a la calidad de la oferta laboral para nuestros colaboradores y mucho más allá. a la sostenibilidad social y ambiental de las comunidades relacionadas con la empresa. El Alma de la empresa es un sentimiento hacia los demás. Y genera una ruptura al poner sentimientos en los negocios, más allá de la codicia y la gana de triunfar, válidos igualmente en nuestro entorno.
El Alma es una forma de traducir el espíritu de John Mackey en Capitalismo Consciente o lo que buscan el movimiento ESG o el sistema B: es el triple balance económico/social/ambiental a que estamos abocadas todas las empresas hoy siendo o no conscientes del enorme cambio que debemos surtir.
Este cambio no es desigual a la transformación de una empresa agrícola en una industrial; o de una «tienda» en cadena de supermercados. Pero sobre todo está en la cultura de la empresa, en su corazón; y debe tener o buscar el coraje que viene del francés coeur para alistar ese cambio. Y del corazón para el Alma con que laboramos en la empresa. Y esa Alma se vuelve estructural en la medida de que todos los colaboradores entendamos desde el coeur que su actuar no solo dentro de su labor sino hacia el impacto cultural y ambiental debe ir a fondo.
Nuestra nueva visión de empresa la expresa el monje tibetano francés Mathieu Ricard: es un amor altruista por nuestros congéneres y por la naturaleza. Si es no es de ese calibre la nueva Alma empresarial, no lograremos generar los cambios que nuestra sociedad necesita de nuestra parte para hacerla más justa y vivible.
Y eso implica para los colombianos expandirnos fuertemente hacia los territorios, hacia el campo donde viven 12 millones o una cuarta parte de nuestra población, y viven en gran parte en pobreza.
Pero con la buena nueva de que si está el foco que el gobierno le quiere dar con la reforma agraria, la asistencia técnica, la gana de la sociedad civil como Utopía de la Universidad de la Salle en el Casanare o delas empresarios en general, ¡la sacamos del estadio!
Carlos Enrique Cavelier….Portafolio…abril..2024