Uno de los momentos mágicos que pude experimentar como buceador fue cuando vi mi primer tiburón, sensación que, aunque parezca increíble se repite una y otra vez con todos los tiburones que se cruzan en mis inmersiones, ya sea por lo imponente que resulta su presencia o por la siempre latente sensación que en un descuido puede pasar lo peor, debo confesar que su cercanía me impacienta un poco, no dejo de pensar que es un animal primitivo que no tiene por qué saber que soy inofensivo y en su instinto de animal decida echarle muela a mis extremidades, sin embargo es precisamente esa sensación, cuando la adrenalina estimula la liberación de dopamina en mi sistema nervioso y elimina toda sensación de peligro, ahí justo ahí, es donde se hace fascinante. Y es por eso que bucear con tiburones para mi es algo adictivo.
Aún recuerdo la primera vez que vi un tiburón, fue en la Isla de Cozumel en México, era un tiburón nodriza (Ginglymostoma cirratum) , un tiburón dócil sin la más mínima cara de malo, poco atemorizante y hasta de personalidad un tanto boba, pero era mi primer tiburón y no dejaba de fascinarme, por fin estaba delante de uno y con mi ritmo cardiaco acelerado de solo verlo agote mi aire de manera casi inmediata, aunque debo decir que nunca sentí miedo, porque ya había leído sobre el tiburón y esto sumado a su comportamiento tranquilo y estático hacían que me diera la confianza de acercarme a retratarse con mi cámara; al salir de la inmersión entendí que no era algo del otro mundo, mis compañeros de inmersión comentaban que habían visto un tiburón, pero hasta ahí, yo era el único que sentía que había visto al mismísimo tiburón blanco y estaba lleno de euforia por dicho acontecimiento, inclusive recuerdo las palabras del divemaster al yo decirle con la mayor de las alegrías –viste el tiburón- a lo que él seguidamente respondió con un tono un poco displicente – Si, pero era un nodriza- al mismo tiempo que su cara decía, no es gran cosa, pero yo seguía impactado sin saber lo que el océano me tenía reservado para los siguientes años.
A medida que fui formándome como buceador, aprendiendo del mundo marino y completando inmersiones fui conociendo otras especies de tiburón estás ya un poco más semejantes a las que vemos en las películas, con sus dientes visiblemente afilados y su aleta dorsal distintiva de rey de los mares, persistiendo en todas y cada una de las inmersiones ese mismo sentimiento que experimente la primera vez ya mezclado con otras sensaciones, como el temor, que puede llegar a sentir cuando en la Isla de Providencia en Colombia me rodearon al tiempo tres o cuatro tiburones grises de arrecife (Carcharhinus perezi) y que de una manera curiosa me acompañaron durante toda la inmersión obligándome agudizar mis sentidos para saber dónde y qué estaban haciendo pero aun así mi sensación inseguridad se mantendría todo el tiempo, saliendo lleno de euforia por lo vivido pero a la vez contento de que hubiese terminado, sin saber todavía que el 80% de las inmersiones que me faltaban en la isla eran con tiburones, muchos tiburones, los cuales inmersión tras inmersión me enseñaron que los invasores somos nosotros y que no representan un peligro real.
Con el tiempo fui conociendo más especies como el tiburón martillo gigante (Sphyrna mokarran) en la Isla de San Andrés en Colombia, un animal tímido y temido al que me le fui detrás con el fin de obtener una buena toma con la cámara ya que; es difícil verlos en esa zona y quería documentarlo; luego se sumó el tiburón aletiblanco de arrecife (Triaenodon obesus) en la isla de Gorgona en Colombia donde abundan en el muy conocido spot de buceo llamado la tiburonera, entre otros tantos… hasta llegar al pináculo del buceo con tiburones para mi hasta el momento, La Isla de Malpelo, esta roca en medio de la nada, que para llegar a ella te embarcas 36 horas y que es uno de los corredores migratorios de pelágicos más biodiverso del mundo, conocido por sus escuelas de tiburones martillo y donde hasta el día de hoy puedo decir he tenido las mejores inmersiones con tiburones de mi vida, donde –abundancia- es el adjetivo ideal para esta zona, desde que ingresé hasta que me fui me topé con tiburones de todas las especies, avistando tiburones galápagos (Carcharhibus galapagensis), tiburones silky (Carcharhinus falciformis) y donde viví la escena a la que le atribuyó la carga de mayor sentimiento que he tenido bajo el agua, el avistamiento de una escuela de unos 300 o más, mal contados, tiburones martillo (Sphyrna lewini), momento que inmortalice lleno de lágrimas al ver lo majestuoso de estos animales pasar y pasar frente a mí durante toda la inmersión logrando llenarme de una experiencia única y que recomiendo a todo buceador en este mundo. Y así a medida que fui conociendo lugares y sumando experiencias con estos hermosos animales, me fui interesando más en conocerlos, en como bucear a su lado, en aprender la importancia que tienen en los océanos y en desmitificar por mí propia cuenta esa fama de asesinos implacables adjudicada por Hollywood y sus estudios cinematográficos, y que lo realmente peligroso de los tiburones es que dejen de existir, por culpa de la caza indiscriminada para el comercio de sus aletas, la elaboración de cosméticos, de alimento para animales, etc, alterando toda la cadena trófica de los océanos causando daños irreparables en el ecosistema marino del cual depende un porcentaje alto de personas en este planeta; por lo tanto es nuestra tarea cambiar esta mentalidad sobre ellos para poder cuidarlos, protegerlos y sobre todo poder seguir admirándolos en nuestros buceos para siempre.